Amueblábamos momentos con cada botella descorchada, rompíamos el hielo con clavos de cruz.Pero llegó el día en que nos enfrentamos a nuestros miedos. Muerte al tirano, su cabeza fue cortada y su cuerpo incinerado.
Y sin tener enemigos comunes, nuestra libido se marchitó en un jardín de rosas que nadie quería oler.
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