
El caso es que el ser humano, por definición de persona (no como animales) es incapaz de controlar los efluvios sentimentales.
Exactamente eso es lo que me inspira la foto de arriba, que quería simular un volcán en erupción, pero a mí me recuerda mucho más a las idas y venidas de los caprichos del corazón.
Me pregunto si la muerte (natural, de viejo) se debe parecer a un remolino absorvente.
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