lunes, 11 de mayo de 2009

Carracas


Creía que era suyo, por eso siempre lo trató con posesión.
Trabajaba hasta tarde y, cuando volvía a casa, practicaba con el los más inusuales trabajos. La pedicura, tomaba un nuevo y escalofriante sentido.
Enrarecido, el aire salía por la misera rendija que le permitía no morir asfixiado mientras ella estaba en la oficina.
Algún día me desataré, algún día se descuidará y podré tener libres las manos. Para poder...abrazarla.

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